Me enteré tarde,
no fui de los primeros.
Para cuando llegué, los compañeros
tenían ya montada
una estructura ingente,
que muy modestamente
llamaban acampada.
No sé cómo expresar
la ilusión y la alegría
que tuve al comprobar
que aún existía
tanta gente
dispuesta a trabajar honestamente,
a construir algo grande con paciencia,
siguiendo los dictaos de su conciencia;
tanta gente
echando horas voluntariamente,
sacando tiempo donde no lo había,
trayendo cada cual lo que podía;
tanta gente dando ejemplo de civismo,
de solidaridad y de compañerismo;
tanta gente volcados en el reto
del bienestar común y del respeto.
Aquello sí que era emocionante.
Decidí ponerme enseguida a la faena,
sintiendo que podía ser importante:
¡Otro granito de arena!
Ahora que se ha levantado el campamento
en nuestro barrio sigue el movimiento.
Comisiones, trueques, algaradas,
centenares de gentes entregadas.
No sé si algún día acabará esta historia,
o si lograremos cambios duraderos,
pero no podrán quitarnos la memoria:
Indignaos Malasañeros,
Qué enorme suerte,
Qué orgullo conoceros.
Malasaña, 30 Junio de 2011
El infiltrado de Chamberí en Malasaña